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LOS TEJIDOS DEL VIENTO

Autore


Julia Dorr

Universidad Argentina de la Empresa (UADE)

Nace, vive y trabaja en Buenos Aires, Argentina. Profesor Titular de Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Egresada de Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón como Profesora Nacional de Dibujo y Escultura y de Instituto Universitario Nacional de Arte –IUNA- como Licenciada en Artes Visuales

Indice


 

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S&F_n. 24_2020

Abstract


Los tejidos del viento


En mi imaginario el devenir histórico es un tejido de hilos dibujados, abierto, sin terminaciones. Como hacedores del entrelazamiento de la trama y la urdimbre de ese devenir a veces anudamos con certeza y rigor; otras vacilantes, con cierta labilidad. Vigorosa o frágil, creativa o cristalizada, nuestra acción es parte común de esa estructura que continúa.

Mi acción en este caso es exponer algo de una de mis labores: dibujar.

Los dibujos en tinta y técnicas mixtas sobre papel con los que comienzo esta presentación son Los tejidos del viento.

Estos “…tejidos…” pertenecen a la serie Los papeles del viento, conjunto iniciado por un reflejo que me impulsó a volver a explorar la línea “en bruto”, como una huella transparente, neutra.

Un ovillo de lana fue lo primero que representé. Los gestos que lo describieron se proyectaron luego hacia los trazos que usé como herramientas para construir las futuras imágenes de mi obra.

Esta es el resultado de un proceso largo y arduo pero muy placentero de estudio y trabajo en el taller. De la cantidad de dibujos no contados que conforman la serie, he seleccionado sólo algunos. Son rasgos, no fragmentos.

¿Cómo fue el proceso?

De vivencias en lugares y momentos diferentes atesoré, por algo aparentemente azaroso, aquello que atraía mi atención.

Luego supe que en su entidad reconocía un remanente, un recuerdo de lo que había sido.

Pude rescatar la corteza de una rama de árbol añoso, pedazos de tejidos usados que encontré en Bolivia, un vellón de lana olvidado cuyo destino era algún telar, textiles antiguos de raíz inca… Cada uno de ellos separado de su entorno actuó de organismo sobre el que practiqué una observación concentrada y minuciosa.

Pero las marcas que contemplaba en cada forma me provocaron; me topé con los registros dejados por el tiempo. Y fue mi mano entonces la que trazó aquello que el ojo atentamente “tocaba”.

Y sin que pueda precisar cómo, se despertó la memoria que guió a mi mano, “abandonada”, al movimiento rítmico de quien teje.

Dos pasados se hilaron juntos en el presente para transformarlo: los rastros del tiempo ancestral que hallé archivado en cada cosa elegida para contemplar, y el recuerdo recobrado que grabé en mis trazos tejidos con tinta.

Porque fue así que la línea cumplió lo que le habían asignado. Por si sola, sin ser mirada, se desplazaba naturalmente sobre el papel describiendo la emoción del encuentro con lo original, con lo genuino. Y en mí se perdía la noción del tiempo en ese hacer.

Como un estado más puro de creación, con mínimos recursos, sin artificios ingeniosos ni disimulos. Sólo dibujo.

La elección técnica acompañó el resultado: el trazo de la tinta negra dibujada por un instrumento “no convencional” (una rama de árbol por ejemplo) sobre el soporte de papel en diferentes gramajes y pesos.

Presento cronológicamente imágenes que describen (momentos de) este andar partiendo de alguna imagen del ovillo de lana pasando por Los tejidos del viento De la serie: Los papeles del viento, las páginas que conforman La luna está muerta, muerta… pero resucita en la primavera y completando mis escalas en algunos dibujos de la serie Paisajes invisibles

Un tiempo prudencial de alejamiento de cada serie de obra y ya entendiéndolas terminadas, son los textos finales que participan de ese momento, los cuales incluyo.

 

  

 

Los tejidos del viento

De la serie: Los papeles del viento

Bs. As

 

 

Tinta sobre papel

Medidas varias.

 

 

 

 

 

 

 

La luna está muerta, muerta...

pero resucita en la primavera

 

 

Bs. As.

 

 

 

Páginas 1 y 11: lápiz sobre papel  vegetal

 

Páginas 2 a 10 y 12: tinta sobre papel vegetal

 

50 cm x 70 cm c/u

 

El título de la pieza es cedido por el primero y el último verso del poema Dos lunas de tarde de Canciones de luna de Federico García Lorca.

El primero de ellos, “La luna está muerta, muerta”, es el motivo para el despliegue de las sucesivas imágenes que concluirán en el último verso del mismo poema: ”…pero resucita en la primavera”

En ese lapso despejado entre ambos versos la palabra se vuelve evanescente y abre el espacio para que las imágenes se manifiesten. Son etapas de un cuerpo orgánico latente y condensado que se modifica, altera y se transforma vitalmente en luz.

Es así como las imágenes dibujadas con trazas negras de tinta sobre un soporte traslúcido de papel vegetal se vuelven relato. Son el resultado de la observación pausada de un cuerpo cambiante tomado como modelo: un vellón de lana.

La lectura del relato se acomodó al ritmo de la palabra del poema. Fue esa cadencia la que hiló la narración de la transformación del cuerpo.

Esta misma sucesión de imágenes representadas serán las que den el cuerpo a la palabra escrita faltante.

 

 

El montaje de este relato está diseñado linealmente para un recorrido de izquierda a derecha cuyo ritmo de observación será la propia del espectador.

(Se adjunta ficha técnica para una mejor comprensión.)

.

 

Dos lunas

de tarde[1]

 

 I

 

 La luna está muerta, muerta;

pero resucita en la primavera.

Cuando en la frente de los chopos

se rice el viento del sur.

Cuando den nuestros corazones

su cosecha de suspiros.

Cuando se pongan los tejados

sus sombreritos de yerba.

La luna está muerta, muerta;

pero resucita en la primavera.

 

 

 

 

 

Paisajes invisibles -serie-

Naepoli, Italia_2014

Tinta sobre papel caligráfico japonés

48 cm x 32 cm c/u

 

 

El dolor físico me conmocionó brutalmente para encontrar belleza en las imágenes RX de mi columna vertebral. Y me puse a dibujar seleccionando las improntas un tanto desdibujadas y semiocultas de mi propio esqueleto. Los resultados transformados en trazos desordenados sobre el papel comenzaron a organizarse en algo que veía como paisajes.

Esto me llevó a pensar que eran las mismas marcas que había registrado por observación anteriormente en situaciones diferentes. Y si eran paisajes, ¿serán las mismas huellas que encontraría en una escala mayor de la naturaleza y la geografía?

El deseo proyectado me abrió las puertas para participar en la residencia para artistas en el Palazzo Rinaldi en la región de Basilicata, Italia. Y allí amotinar mis ideas en un proyecto de trabajo.

No fue una selección fortuita. Volvió a atravesarme la memoria del pasado: mis ancestros.

En esa estadía me avoqué a traducir en imagen fragmentos del

panorama que me rodeaba, seleccionando sólo aquello sobre lo

que mi percepción se apoyaba.

Y así, en una unión sensitiva, comencé a entremezclar las improntas de mi cuerpo con las particularidades del entorno natural.

 

 

Y surgió: Los paisajes invisibles. Comunión gráfica entre lo mínimo y lo sublime. Expresión de unidad entre dos naturalezas en apariencia distintas. Mi propio paisaje.

 

 

Julia Dorr


 

[1] Federico García Lorca (1898-1936)

Canciones De Luna A José F. Montesinos Canciones (1921-1924)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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